EL DÍA QUE ME FUI 😔

El día que me fui, te escuché llorar, pero no pude consolarte.Perdóname, escuché que me rogabas que me quedara.Escuché que te enojaste, escuché tu dolor. Perdóname por haberte causado ese dolor tan grande.Tuve que irme, a pesar de que no quería irme, yo te amo y siempre te amé ¿porqué me iría? Yo también lloré, viendo como me alejaba de ti,pero entonces, miré al frente y, no te imaginas lo hermoso que es lo que vi! Algún día lo verás, con tus propios ojos, verás el bello lugar en el que yo vivo.Ni tú ni yo entendemos porqué tuvimos que separarnos, he visto tus lágrimas, he visto tus noches de insomnio, he visto como miras mis cosas y extrañas un abrazo mío, pero ¿sabes? estoy más cerca de lo que te imaginas.Estoy feliz Lo único que me falta para nunca dejar de estarlo, es volver a ver que tú sonríes..!! ❤Tu ángel del cielo te sonríe..😇No es casualidad que estés leyendo esto..!!

La Donación de Sangre

La historia de un niño que estuvo dispuesto a donarlo todo por salvar la vida de quien amaba…

Hace muchos años, cuando un médico trabajaba como voluntario en un Hospital de Stanford, conoció a una niñita llamada Liz quién sufría de una extraña enfermedad.

Su única oportunidad de recuperarse aparentemente, era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre a su hermana.

Por un momento, lo vió dudar antes de tomar un gran suspiro y decir; Si, lo haré, si eso salva a Liz.

Mientras la transfusión continuaba, el estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras los médicos lo asistían a él y a su hermana, veía retomar el color a las mejillas de la niña.

Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. El miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezaré a morirme?

Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; el pensaba que le daría toda su sangre a su hermana… Y AúN ASI, SE LA DABA…

El consejo de la historia: ¡Da todo por quién ames!

El Cofre de Vidrio

Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto, que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta.

Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.

El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos:

— No quieren estar conmigo ahora; se decía…
— Tienen miedo de que yo me convierta en una carga.

Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente, fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último, fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.

El anciano llevó el cofre a su casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina.

Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies, y mirando bajo la mesa preguntaron:

— ¿Qué hay en ese cofre?

El anciano respondió:

— ¡OH nada! Sólo algunas cosas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo. Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años susurraron. Deliberaron y decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así custodiar el «tesoro».

La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, lo cuidó y le cocinó.
A la semana siguiente, lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el hijo mayor. Así siguieron por un tiempo.

Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues creían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo.

Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.

— ¡Qué triquiñuela tan infame! exclamó el hijo mayor ¡Qué crueldad para con sus hijos!
— ¿Pero, qué podía hacer? – preguntó tristemente el segundo hijo
— Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días. Estoy avergonzado de mí mismo —sollozó el hijo menor—. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños.

El hijo mayor muy enojado, volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios, y los desparramó en el suelo hasta vaciar el cofre.

Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro y leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: «Honrarás a tu padre y a tu madre»

Lectura Online

La ambición de tres hijos, los llevó a preocuparse por su anciano padre… Para que al final, aprendan una valiosa lección…

Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto, que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta.

Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.

El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos:

— No quieren estar conmigo ahora; se decía…
— Tienen miedo de que yo me convierta…

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El Cofre de Vidrio

La ambición de tres hijos, los llevó a preocuparse por su anciano padre… Para que al final, aprendan una valiosa lección…

Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto, que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta.

Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.

El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos:

— No quieren estar conmigo ahora; se decía…
— Tienen miedo de que yo me convierta en una carga.

Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente, fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último, fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.

El anciano llevó el cofre a su casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina.

Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies, y mirando bajo la mesa preguntaron:

— ¿Qué hay en ese cofre?

El anciano respondió:

— ¡OH nada! Sólo algunas cosas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo. Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años susurraron. Deliberaron y decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así custodiar el «tesoro».

La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, lo cuidó y le cocinó.
A la semana siguiente, lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el hijo mayor. Así siguieron por un tiempo.

Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues creían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo.

Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.

— ¡Qué triquiñuela tan infame! exclamó el hijo mayor ¡Qué crueldad para con sus hijos!
— ¿Pero, qué podía hacer? – preguntó tristemente el segundo hijo
— Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días. Estoy avergonzado de mí mismo —sollozó el hijo menor—. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños.

El hijo mayor muy enojado, volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios, y los desparramó en el suelo hasta vaciar el cofre.

Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro y leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: «Honrarás a tu padre y a tu madre»

CUANDO VENGAN CON CHISMES…PON EN PRÁCTICA LA PRUEBA DE LOS TRES FILTROS DE SÓCRATES:

En la antigua Grecia Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrarse con el gran filósofo, y le dijo: – ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?– Un momento, –respondió Sócrates– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres filtros. – ¿Los tres filtros?– Sí,-continuó Sócrates– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo el test de los tres filtros. El primer filtro es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?– No, solo lo escuché. – Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno? – ¡Ah, no! Por el contrario.– Entonces, -cuestionó Sócrates– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba del tercer filtro, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?– No, en serio. – Entonces, -concluyó Sócrates– lo que ibas a contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿por qué querías decírmelo?Mejoremos nuestra vida y sociedad.

El Árbol de los Problemas

La historia de un carpintero que tuvo un día lleno de problemas, pero que al final de la jornada pudo darle una invaluable lección a un granjero, con su ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS…

Un hombre después de pensarlo se decidió a reparar una vieja casa que tenía en una granja. Entonces, contrató a un carpintero que se encargaría de todos los detalles logísticos de restauración.

Un día decidió ir a la granja, para verificar como iban todos los trabajos. Llegó temprano y se dispuso a colaborar en los quehaceres que realizaba el carpintero.

Ese día parecía no ser el mejor para el carpintero. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder dos horas de trabajo. Después de repararla, un corte de electricidad en el pueblo le hizo perder dos horas más de trabajo. Tratando de recuperar el tiempo, partió dos cierras de su cortadora. Ya finalizando la jornada, el pegamento que disponía no le alcanzaba para mezclar su fórmula secreta de acabado.

Después de un día tan irregular, ya disponiéndose para ir a su casa, el camión se le negaba a arrancar. Por supuesto, el dueño de la granja se ofreció a llevarlo. Mientras recorrían los hermosos paisajes de la granja, él iba en silencio meditando. Parecía un poco molesto por los desaires que el día le había jugado.

Después de treinta minutos de recorrido llegaron a la casa del carpintero, y de sorpresa lo invitó para que conociera a su familia. Mientras se dirigían a la puerta, el carpintero se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, de color verde intenso y por demás hermoso. Tocó varias ramas con sus manos, mientras admiraba sus preciosas hojas.

Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas y alegría. Sus hijos se lanzaron sobre él, dando vueltas en la sala. Le dio un beso a su esposa y lo presentó. Le invitó un refresco y una suculenta empanada. Ya despidiéndose, lo acompañó hasta el auto.

Cuando pasaron nuevamente cerca del árbol, la curiosidad fue grande y le preguntó acerca de lo que había visto hacer un rato antes. Le recordó su conducta con el árbol.

¡Ohh!, ese es mi árbol de los problemas, contestó.

Y luego procedió a explicar y dijo: sé que no puedo evitar tener dificultades en mi trabajo, percances y alteraciones en mi estado de ánimo. Pero una cosa si es segura: Esos problemas no pertenecen ni a mi esposa y mucho menos a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el “árbol de los problemas” cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo nuevamente, porque tengo que solucionarlos. Lo divertido es, dijo sonriendo el carpintero, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

El dueño de la granja se subió a su auto, meditando sobre la estrategia del carpintero para ser más feliz y evitar contaminar el hogar con los problemas laborales. Entonces se dijo, valió la pena el paseo de hoy.

Llegó a la granja y se dispuso a seleccionar su árbol de los problemas. Y desde entones cada vez que llegaba a su hogar ya saben lo primero que hacía.

“Tenemos que saber que el mundo sólo se puede captar mediante la acción y no la contemplación. El impulso más poderoso, en el ascenso del hombre, es el placer que le produce su propia habilidad. Gocemos haciendo lo que hacemos bien, y habiéndolo hecho bien, gocémonos haciéndolo mejor y lo que no sabemos aprendámoslo y gocemos aprendiendo y luego seremos mejores porque habremos aprendido con gozo”.

La Pregunta en el Examen

Una simple pregunta en un examen, nos recuerda la importancia que tienen todas las personas que conocemos…

Durante mi segundo semestre en la escuela, nuestro profesor nos dió un examen sorpresa.

Yo era un estudiante consciente y leí rápidamente todas las preguntas, hasta que leí la última:

¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?

Seguramente este era algún tipo de broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Ella era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero, ¿cómo iba yo a saber su nombre?

Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco.

Antes que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del exámen.

Absolutamente, dijo el profesor.

En sus carreras ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes!!!. Ellos merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan: ¡Hola!

Yo nunca olvidé esa lección… También aprendí que su nombre era Elena.

El Niño y la Mesera

La historia de un niño que sorprende a una mesera con un simple acto…

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa.

La mesera puso un vaso de agua en frente de el.

– ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuates? preguntó el niño.

– Cincuenta centavos, respondió la mesera.

El niño saco su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.

– ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar.

(En ese momento habían algunas personas que estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente).

– Treinta y cinco centavos, dijo ella bruscamente.

El niño volvió a contar las monedas.

– Quiero el helado solo, dijo el niño.

La mesera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue.

El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue.

Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costo tragar saliva con lo que vió…

Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, habían veinticinco centavos… Su propina!

El consejo de la historia:
¡Jamás juzgues a alguien solo por las apariencias! y ¡siempre considera que aquellos a quienes sirves, pueden darte una sorpresa!

Agenda tiempo para Él

Momentos de confusión en tu vida, de esos momentos en los que no sabes que decidir y cómo tienes que hacer las cosas de la formas más correcta que se tienen que hacer.

Momentos en donde una tristeza te embarga sin saber porque, seguro es resultado de los uno y mil pensamientos que vienen a tu mente acerca de esa decisión que tienes que tomar.

A veces quisiéramos que las cosas fueran tan fáciles y claras, a veces anhelamos una respuesta directa de Dios confirmándonos lo que tenemos que hacer, pero en ocasiones simplemente tenemos que saber interpretar el silencio o respuesta de Dios.

En esos momentos en donde te sientes confundido, hasta cierto punto triste o sin fuerzas, esos momentos en donde quisieras que todo fuera claro para saber que hacer lo más recomendable es ir delante de tu Padre.

¿Por qué no dejas de pensar un momento en todo eso y te deleitas en el Señor?, ¿Cuándo fue la última vez que le dedicaste el tiempo que Él se merece?, ¿Cuándo fue la última vez que agendaste la hora y el lugar exacto para simplemente encontrarte con Él?

¿Saben algo?, a veces nos sentimos confundidos, tristes y hasta desanimados porque quisiéramos resolver todo a base de nuestras ideas o pensamientos, pero a veces lo único que se necesita es agendar tiempo para estar con el Señor, porque cuando vamos al Señor, cuando nos deleitamos en Él, cuando doblamos nuestras rodillas y concentramos todo nuestro ser para encontrarnos con Él entonces allí es donde surgen las respuestas, es allí en donde las ideas se aclaran y nuestros oídos se sensibilizan a su voz y voluntad y entonces, es allí en donde encontramos la respuesta que necesitábamos.

Querido amigo o amiga, ya no luches tu solo, ya no sigas pensando por ti mismo cómo es que tienes que hacer o que decisiones son las mejores, ¿Por qué en lugar de ello no agendas un tiempo para estar a solas con Dios?, ¡Mira que lo necesitas!

Cuando conscientemente agendas un tiempo para estar con Dios, Él ha de recompensar tu disposición. Cuando decides que quieres hablar con Él, no de una forma improvisada sino agendada, con conciencia que ya habías apartado ese tiempo para deleitarte en Él, adorarlo, alabarlo, hablar con Él, desahogarte en Él, entonces ese tiempo será un tiempo de calidad, porque no será algo que surgió de la nada, sino que fue algo que agendaste, que planeaste, que querías hacer, que necesitabas hacer, entonces cuando haces eso ten por seguro que algo especial te aguarda porque Dios también está ansioso de encontrarse de esa manera contigo.

Hoy te invito a escribir en tu agenda ese tiempo que necesitas con el Señor, pon el día, la hora, el lugar y se fiel a esa cita, primero porque la necesitas, segundo porque Dios quiere tener intimidad contigo y tercero porque a partir de esa cita agenda da las respuestas que necesitas vendrán.

No te rindas, ¡Lucha!

Vamos! ¡No puedes rendirte!, la batalla no ha terminado, el enemigo no puede salir victorioso, tienes de tu lado a un Dios Todopoderoso.

Si, quizá todo se ponga en tu contra, quizá humanamente hablando no existan posibilidades de que las cosas se pongan a tu favor, pero no, ¡No puedes rendirte!

Tu lucha es importante, tu esfuerzo es necesario, tu voluntad debe ser inquebrantable, como también lo tiene que ser tu fe, por eso no puedes rendirte, debes luchar.

¡Lucha!, si, ¡Lucha! Porque no estás solo.

¡Lucha!, si, ¡Lucha! Porque Dios ha prometido estar contigo.

¡No te des por vencido!, ¡No tengas miedo! ¡No te desalientes! ¡No te quieras rendir ahora que ya has avanzado demasiado!, ¡Lucha!

Hoy Dios te quiere recordar una palabra que fue escrita especialmente para ti, Él dice hoy:

“No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.”

Isaías 41:10 Nueva Traducción Viviente

¡No te rindas frente a esas batallas que estás librando porque no estás sola!

¡No te rindas frente a la adversidad por mucho que quiera asustarte!

¡No te rindas porque tu fe y confianza en Dios son tus dos mejores armas las cuales te darán la victoria!

¡No te rindas porque hemos de ver juntos la victoria que Dios nos otorgará!

¡Lucha!, y ¡Sigue luchando!, porque todo el que se enfrente contra ti fracasará.

¡No te rindas! ¡Lucha!

“Ellos pelearán contra ti, pero fracasarán, porque yo estoy contigo y te protegeré. ¡Yo, el Señor, he hablado!”

Jeremías 1:19

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