Cine en tiempos de confinamiento: “The Silence Of The Lambs” (1991)

by Paz Mata May 29, 2020
A scene from "Silence of the Lambs", 1991

orion//columbia tri star

Han pasado casi treinta años desde que Jonathan Demme llevara al cine The Silence of the Lambs, la adaptación que Ted Tally hiciera de la novela negra de terror escrita por Thomas Harris, convirtiéndola en todo un hito de la cultura popular. Casi treinta años desde que viéramos por primera vez a ese Hannibal Lecter, escalofriantemente interpretado por Anthony Hopkins, cuyo rostro se convertiría en el protagonista de las pesadillas de toda una generación. Casi treinta años desde que escuchar ese “Buenas noches, Clarice,” nos helara la sangre.

The Silence of the Lambs trata de la búsqueda de un asesino en serie, un tal Jame Gumb, apodado Buffalo Bill, que mata a sus víctimas, todas adolescentes, a las que luego arranca la piel. Para poder atraparlo recurren a Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria, experta en conductas psicópatas, que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo las instrucciones de su jefe, Jack Crawford, Clarice visita la cárcel de alta seguridad donde el gobierno mantiene encerrado al Dr. Hannibal Lecter, eminente psiquiatra, convertido en asesino en serie, dotado de una inteligencia superior a la normal. Su misión será intentar sacarle información sobre los patrones de conducta del asesino que están buscando. Intensamente dirigida por Demme, este emocionante y espeluznante thriller psicológico, en cierta medida, marcó los años 90. Abrió la década, y lo hizo a lo grande.

La novela de Thomas Harris, fue objeto de deseo en una acalorada guerra de ofertas. Cuando el polvo se asentó, la productora Orión se convirtió en el ganador, habiendo optado por la novela para el debut como director de Gene Hackman. Pero, se dice que Hackman no lo vio claro, al parecer la violencia de la historia le dejó helado, después de todo, se trata de dos monstruosos asesinos en serie: uno que despelleja a sus víctimas, el otro que se las come. Orion se encontró compuesta y sin novio, hasta que apareció Jonathan Demme, conocido ya por su extraordinario trabajo en Melvin and Howard. La película terminó por endeudar hasta las cejas a su productora pero fue compensada con una nominación al Globo de Oro: mejor película-drama,  que obtuvo en Enero de 1992, junto con las concedidas al mejor director (Jonathan Demme) mejor actor (Anthony Hopkins), mejor actriz (Jodie Foster) y mejor guión adaptado (Ted Tally), siendo Jodie Foster la ganadora del Globo de Oro. Ese mismo año, además, arrambló con los principales premios de la Academia de Hollywood, consiguiendo 5 Oscar a las anteriores categorías. Un éxito que colocó en el mapa a Jodie Foster y a un Anthony Hopkins que, a pesar de contar ya con un larga y versátil trayectoria como actor, quedaría marcado para siempre por este Hannibal Lecter.

No por estar más minutos en pantalla vas a ser más protagonista. Esto debió pensar un Anthony Hopkins que exprimió al máximo los 25 minutos que aparece en pantalla, ni uno más ni uno menos, 25 minutos de 115 que dura la película. Hopkins devora la pantalla a su antojo, él es toda la película. “ Hannibal Lecter es descrito en el guión como un monstruo psicópata. Mi decisión fue interpretar su lado no psicópata, interpretarlo muy tranquilo, encantador, sin sudar sangre. El público y sabe que es un psicópata porque se lo han dicho, pero yo no tenía que interpretar todo lo que se describe en el guión. El trabajo de un actor es seleccionar y editar el texto, no hacerlo todo, hay que dejar que el público lo haga por ti,” explicaba Hopkins en un encuentro con los miembros de la Hollywood Foreign Press Association ( HFPA por sus siglas en inglés). El actor contaba que Jonathan Demme le preguntó como quería que le viera el público, después de haber oído hablar de él durante 15 minutos antes de que aparezca en pantalla. “¿Quieres estar sentado en un rincón de la celda o leyendo un libro?, me pregunto, Jonathan. Le contesté, ‘No, preferiría situarme de pié en el centro de la celda. Creo que eso bastará para meterle el miedo en el cuerpo a cualquiera.”  Jonathan respondió, ‘perfecto lo haremos así.’ eso fue todo.

En apenas cuatro secuencias, no comparten más, Hopkins se divirtió de lo lindo asustando a una pobre Jodie Foster con sus continuas improvisaciones.  Su peculiar tono de voz, su inquietante aura y su mofa del acento sureño de Clarice Starling, terminaron por aterrar a Foster que no vio venir a un actor entregado en cuerpo y alma al personaje que le catapultó a los altares.  En la primera escena juntos, Lecter increpa a su interlocutora burlándose de su acento sureño. “Cuando leí el guión me di cuenta de que el personaje de Jodie, Clarice, era de West Virginia y el acento que le da Jodie era sureño, por lo que decidí provocarla en la escena diciéndole ‘Agente Starling, cree que me puede defender” imitando su acento  A Jonathan pareció gustarle, y me preguntó si quería seguir con ese acento insultante. Le contesté, ¿tu que crees?” recordaba el actor que consiguió de Foster una mirada y un gesto de desaprensión que no estaba en el guión. La actriz confesaría después que gracias a ese gesto improvisado de Hopkins consiguió una  “reacción muy honesta” en la escena.

Pero el éxito de El silencio de los corderos, como el de cualquier película que se precie, se debe a la visión de su director. En este caso, además de seguir la larga tradición de los thrillers, de mantenerte pegado al asiento, Jonathan Demme le ha estampado su particular sello: poco convencional, impredecible e ingeniosamente oscura. “Creo que es mi mejor trabajo hasta ahora,” contaba con naturalidad el director en un encuentro con la HFPA.  Pero al éxito se unió la polémica. The Silence of the Lambs fue atacada por activistas homosexuales que acusaron a la película de hacer de Gumb, el asesino en serie, un personaje homosexual y de tratarlo, como era costumbre en el cine hasta la fecha, como un enfermo mental, un asesino o un degenerado. Lo cierto es que Gumb no era gay, era más complicado que eso. Tanto la novela como la película representan a Gumb como ser confuso que se auto desprecia y muestra signos tener una disparidad de género. “Quiere convertirse en una mujer, pero se le considera demasiado perturbado psicológicamente como para ser apto para una cirugía de cambio de sexo. Por eso decide matar a las mujeres, para poder desollarlas y crear un ‘traje de mujer’ para sí mismo,” explicaba Demme en su encuentro con la HFPA.  “Nunca se me pasó por la cabeza ni a ninguno de nosotros hacer un uso estereotipado de un gay como tal, Gumb era un ser psicológicamente trastornado por el abuso y los desprecios que sufrió en su infancia. Es cierto que el estreno de la película ha creado un gran alboroto en la comunidad homosexual y reconozco que tenían razón. Cada vez que aparece un personaje gay, suele ser objeto de burla o de odio. Es - es horrible,  pero estoy contento por la controversia que ha creado y porque además de que la película ha funcionado bien en la taquilla, ha conseguido que se hable de este tema y que empiecen a haber cambios,” confesaba el director,  quien quiso contribuir a ello dirigiendo el siguiente año, Phyladelphia, que a pesar de su éxito, tampoco estuvo libre de controversia.

Éxitos y controversias a parte, no cabe duda que El silencio de los corderos cambió el cine. Antes de ella, la mayoría de películas de terror habían caído en la repetición, el recurso facilón de los monstruos y el gore o eran seudopelículas de terror para adolescentes. A partir de El silencio de los corderos el género del thriller y el terror cambió para siempre.  El thriller se tomó más en serio y permitió abrir una segunda era dorada del género, tras la época del maestro Alfred Hitchcock.